Fragmento 1 No creas lo que tus ojos te dicen

 

Don’t believe what your eyes are telling you. All they show is limitation. Look with your understanding, find out what you already know, and you’ll see the way to fly. 

Jonathan Livingston Seagull. Richard Bach. 

Recuerdo que cuando mis padres me dejaron solo en el piso de la calle Feria, en Espalia, tuve una sensa­ción de victoria y, al mismo tiempo, de cansancio, de un cansancio placentero, casi como el de un orgasmo. Tuve tiempo de pensar en todo antes de que aparecieran Juan y Julio, si por aquella época era Julio; o si no lo era, por lo menos, nosotros lo llamábamos así. 

No sé por qué me dio por pensar en lo que había su­cedido mucho tiempo atrás. Había hechos de mi vida pasada que tenía muy claros y otros, a pesar de mis es­fuerzos, permanecían hundidos en una viscosidad pega­josa, sin lograr ponerse a flote. 
Yo no sé cómo y en qué momento recuerda cada per­sona su primera experiencia vital, su primer acto o ex­periencia consciente, pero en mi caso lo recuerdo como si hubiese sucedido ayer. 



 Lo que sí sé es que muchos de los que me conocen o, mejor dicho, creen conocerme, pensarán cómo ese niño tan rarito que se le caía la baba pudo llegar hasta ahí. Me imagino a las viejas cotorras de mi calle ha­ciendo toda clase de elucubraciones. Pero si el pobre es idiota, seguro que sus padres han buscado un enchufe por ahí. Todas llenas de razón harán sus predicciones pedagógicas, psicológicas y otras de parecida índole y, de seguro, se preocuparán mucho por mi futuro. La realidad es que a mí, más que molestarme, me hacen reír con sus caras incrédulas y sus razonamientos pueriles y sin fundamento. Hay que comprenderlas, no tienen otra distracción aparte de la de preocuparse por el prójimo.