Otoños
Me acompañan otoños desgajados
de estrellas nacientes,
de lunas obstinadas de náufragos.
Llueve sobre el bruñido
de las rocas y la espuma.
Y en la lluvia triste
de esta noche espesa
se abre la puerta de los vencidos
en un silencio irredento,
en una noche de esclavos.
Mi conciencia se desliza por los desagües
por donde se escapan las verdades
que creemos que son indiscutibles.
Mientras tanto, a nuestros pies,
las monedas se avergüenzan
porque con ellas compramos
la voluntad de los espejos.
El pulso vertical de la luz
será ceniza de estrella.
Es la hora,
es el momento
de epifanías por sorpresa,
de otoños de improviso,
me canta en los oídos el ginkgo amarillo.
Pediré que no se queden ciegos
nuestros ojos y que
una mano misericordiosa
evite que se envenenen
nuestra tráquea y nuestra razón
con el viento nordestal
que zumba remedando el canto del cisne.