Renacer

En mi garganta anudada

brotan palabras,

quizás las últimas,

como amaneceres rubios.

Ya menguó el invierno

de las camelias oxidadas

y los amaneceres marchitos.

La lluvia sembró, obstinada y oblicua,

una cosecha de miedos agrios.

Dejaré en mi testamento

los huesos y la voz

a una nueva primavera.

Quiero que un campesino siembre

en un surco pardo

mi esqueleto

con una azada de vidrio

y dedos temblorosos.

La humedad será fértil

bajo el terror de las linternas

que lastimarán los ojos idiotas 

de los convidados al funeral.

Cuando haya un renacer albo,

la voz ronca y grave

tintineará como palomas de cristal

y ángeles colgantes del universo

trasminarán madreselvas de sílabas

y promesas de amor incondicional.