Viaje

Todo se dibujó:

el lejano horizonte,

una fila de vagones,

un caballo al galope

e incluso la tenue sombra

del viento seco

en mi costado herido.

Y todo cristalizó:

el pasar de río acabado

como harina de molinero

en una capa de polvo asentado,

en la sangre de las horas

cuajando en un tiempo tamizado.

Todo se confirmó:

no hubo más sol 

ni el perfume de tu blusa

ni tu cara en mis manos,

solo el vuelo de un ala rota.

Y las nubes me trajeron 

hirientes lluvias durante mil años.